La historia de Rocío
En casa somos familia numerosa animal, actualmente estamos Bugs, Roger y Lily que son conejos y Fenix y Panzer que son gatos. En enero de 2018 falleció sorpresivamente por un parón agudo nuestra primera conejita Bunny, por lo que el 26 de Febrero de 2018 rescaté de una casa a nuestra actual conejita. Lily venía de una casa con niños pequeños donde vivía en una jaula diminuta la mayor parte del tiempo. Había sido comprada a un criador particular, entregada con 2 meses recién cumplidos y esterilizada en un veterinario que no era de exóticos a los 3 meses, pero ahora sobraba porque mordía muebles y requería un tiempo que no querían darle.
El rescate de Lily
Cuando la rescaté apenas habían pasado dos semanas de la esterilización, aún tenía la barriguita pelada aunque ya no se le veía apenas la cicatriz. A simple vista parece sana, ¿verdad?
Viendo que el nivel de hormonas parecía ya bajo, empecé con el proceso de socialización muy lentamente, ya que Lily era jovencita y Bugs y Roger eran ya adultos. El riesgo sobre todo residía en Bugs, ya que Roger tiene 6 años, pero al rescatarle tuvimos que quitarle los dientes delanteros por maloclusión después de una vida llena de abandono y dejadez, por lo que es imposible que muerda y además es un conejo amoroso. La cuestión es que comenzamos dejando que se mezclaran los olores y se vieran a distancia dentro del salón, la peque en jaula y los grandes en su redil. Pues no había pasado una semana y vi que Lily parecía tener un bulto en la zona de la papada.
La llevé inmediatamente al veterinario y al día siguiente la operaron. Resulta que todo lo que parecía papada era pus y había tenido la suerte de que se había encapsulado un poco, que fue lo que sobresalió de forma extraña e hizo que me percatara de que algo no iba bien. Lily sobrevivió a la operación gracias a la profesionalidad de mis veterinarios y a su juventud. Cuando fuimos a verla por la tarde después de más de 3 horas de operación no sabían los veterinarios si iba a poder comer porque el pus había devorado mucho músculo, las siguientes 24h fueron cruciales para saber si podría vivir o habría que eutanasiar.
Pero Lily era muy fuerte y cabezona, sobrevivió y aguantó los 3 meses de curas que tuvimos que hacer a diario en casa, siempre dispuesta, aunque algo gruñona, regalando besos y pidiendo mimos.
Después de la operación…
Pasó de tener un carácter fuerte, pero siendo mimosa y agradable, a querer matarme literalmente
Pues bien, pasados 4 meses de la última cura, llega la sorpresa. Pasó de tener un carácter fuerte, pero siendo mimosa y agradable, a querer matarme literalmente. En ese momento ya estaba socializada con sus hermanos, viviendo en el redil con ellos cuando no estábamos y por toda la casa el resto del día. No hubo cambios en casa, ni avisos los días previos. Una mañana al ir a servirles el desayuno se tiró a por mi mano y me mordió en la palma con fuerza hasta que se dio cuenta de que sus hermanos estaban comiendo la lechuga y me soltó para comer. Como es normal, pegué un chillido de sorpresa y dolor y aparté la mano en cuanto pude.
Ahí empezó todo, pero tonta de mí pensaba que había sido un ataque aislado. Después de todo lo que habíamos pasado juntas y de todos los besos y mimos que me había dado. La segunda vez que me atacó estaba abriendo el redil y se tiró de un salto a por mi mano, se quedó suspendida en el aire agarrada a la palma de mi mano. Tuve que ir a urgencias, me pusieron el tétanos y valoraron si ponerme puntos, pero al ser una mordida profunda el protocolo aconsejaba que no, por lo que estuve 2 meses hasta que la herida cerró y dejó de dolerme la mano cada vez que cerraba los dedos.
Después de ese día, Lily solo quería matarme, era verme y ponía la cola tiesa despidiendo olor a marcaje. Si estaba suelta directamente se enganchaba a mis zapatillas a matar, mordiendo, tirando y gruñendo, pero con mi marido y con el resto de peques de la casa solo un comportamiento encantador y mimoso.
¿Cómo han superado en casa la agresividad?
La he perseguido dándole empujones por toda la casa cuando intentaba atacarme hasta que se escondía en el redil
Para convivir con ella he tenido que llevar calcetines gruesos, zapatillas anchas y guantes de seguridad (y aún con los guantes y toda mi precaución me ha pillado la mano varias veces, aunque en vez de rasgarme la piel con esos guantes especiales solo me ha hecho moratones). Me ha roto incluso dos zapatillas, pero los veterinarios han sido incapaces de saber qué pasaba, ya que, aunque está castrada son brotes hormonales puntuales. A veces duran horas o días, siempre centrados en mí, ya que parece que soy la otra hembra de la casa y compite por el territorio, incluso me hace pis en aspersión y deja todo a mi alrededor lleno de conguitos.
¿Y qué he tenido que hacer para poder convivir juntas en paz? Desde luego no dejar que me muerda más. Si no hacer una socialización como si fuéramos conejas las dos y yo fuera la dominante. La he perseguido dándole empujones por toda la casa cuando intentaba atacarme hasta que se escondía en el redil, le he dado palmadas suaves en el culo. Me he metido en el redil, donde más agresiva se muestra conmigo y la he desplazado hasta un rincón. Reclamando mi sitio, demostrando que su agresividad no me hace huir y que puedo ocupar sus sitios preferidos sin que por ello pase nada.
Y por fin, final feliz.
Ha sido un proceso cuidado y lento, pero gracias a esta socialización yo le fui perdiendo el miedo y ella me fue viendo como una más.
Y ya llegó un momento (a las dos semanas o así) que, aunque tenía la cola tiesa y olía a marcaje no me atacaba, si no que recelaba de mí y se iba a otro sitio. Entonces empecé a darle mimos dominantes con los guantes de seguridad puestos, sin miedo, con decisión, poniendo la mano sobre su cabeza, dando los primeros días solo toquecitos y más adelante ya frotando la mano por su frente o exigiendo yo mimos poniendo el guante solo en su nariz o debajo de su boca. Ha sido un proceso cuidado y lento, pero gracias a esta socialización yo le fui perdiendo el miedo y ella me fue viendo como una más.
Ahora ya no necesito calcetines gruesos ni guantes ni zapatillas. Sigue teniendo subidas hormonales aún inexplicables y poniendo la cola tiesa con marcaje, pero en vez de atacarme se conforma con recibir mimos y hasta chasquea dientes. La clave es que me vea como una del grupo, pero la dominante, la que cuando se le disparan las hormonas la trata sin miedo y con tanta seguridad que le da mimos reconfortantes en vez de tenerle miedo, huir y alimentar la negatividad.
La historia de Patricia
Tengo dos conejitos, Coco y Luni, son los dos machos, ahora tienen 4 añitos y se conocen desde que tenían unos meses, están castrados ambos desde los 6 meses y de bebés ya eran inseparables. Viven juntitos en un recinto, en su habitación, y salen todos los días a corretear por la casa.
Sus peleas empezaron cuando les subieron las hormonas en la adolescencia y lo normal habría sido que pasaran tras castrarlos, pero no fue así.
(Re)Socialización entre Coco y Luni
Empecé a pensar que estaba enfermo, los cambios de humor era como si fuera un pequeño Jekyll/MrHyde
Leí todo lo que encontré sobre socialización en conejos, consulté a varios veterinarios, en foros y probé muchas cosas, como resocializarlos con el veterinario, por si la primera vez lo había hecho mal, tanto en la clínica como en casa probamos la socialización de todas las formas que se nos ocurrieron a los veterinarios y a mí, pero nada funcionaba, era temporal y cada ciertos meses se volvían a pelear.
Soy auxiliar de veterinaria y me daba cuenta que había algo que no era normal, podía ser que simplemente no se llevaran bien, pero si fuera así no habrían estado bien nunca, de modo que empecé a observarlos y descubrí que Coco no se comportaba normal cuando se peleaban, tenía todos los síntomas de no estar castrado (marcaje exagerado, dominancia, agresividad, colita levantada), incluso a temporadas empezó a comportarse así conmigo también.
Era muy duro, porque a Coco por un problema congenético de maloclusión, tuvieron que extraerle los incisivos, y aunque él provoca las peleas por así decirlo, salía perdiendo (con rasguños normalmente pero también con alguna herida más grave).
Yo estaba muy preocupada, empecé a pensar que estaba enfermo, los cambios de humor era como si fuera un pequeño Jekyll/MrHyde, investigué todo lo que se me ocurrió, se lo expuse todo a mi veterinario, y le hicimos pruebas (analíticas y una ecografía). No era hermafrodita, no estaba mal castrado (es decir, no tenía restos de testículos dentro), no tenía ningún tumor en las glándulas suprarrenales, por concluir, no tenía ninguna enfermedad que explicara los cambios de humor. Y al realizarle un perfil hormonal con una analítica de sangre, vimos que tenía la testosterona alta para ser un conejo castrado (la realizamos en una de las temporadas en las que estuvo peor).
Testosterona alta en Coco
Era algo que ya suponíamos por su comportamiento y la analítica lo confirmó, no hay estudios al respecto en conejos, sí que se dan casos en otras especies como en perros y gatos, en los que animales castrados tienen un comportamiento hormonal sin especificar, así que probamos como en esos casos a tratarlo como si no estuviera castrado, y probamos a pincharle un inhibidor hormonal (la castración química que se utiliza en hurones).
Funcionó un tiempo, pero también fue temporal, y yo no quise medicarle ni pincharle más. Así que desde entonces, he adquirido un “protocolo a seguir” , para cuando tiene las subidas hormonales:
- Utilizo un spray desodorante (no tóxico y apto para conejos) en sus cosas y sobre ellos (ayuda con el olor del marcaje)
- Los meto a ratos juntos en el transportín (eso siempre los relaja y paran las peleas)
- Me aseguro que coman juntos el mayor tiempo posible y los mimos se los doy conjuntos también (son formas de recordarles el vínculo)
- No dejo que Coco se vuelva dominante conmigo, le digo un “No!” Bien firme y le agacho un poco la cabeza.
- También les limito las horas diarias de luz, bajando la persiana (menos horas de luz los relaja)
- Me aseguro que hagan más ejercicio (para que liberen la tensión)
Y sobre todo les doy tiempo, e intento que estén lo más tranquilos posible.
Un final feliz, aunque no fácil
Es duro y no ha sido fácil, pero estoy contenta de haberlo hecho así y no haberme rendido
Quiero aclarar que todo esto son recomendaciones de veterinarios especializados, que a mí me han funcionado, he probado cosas que no me han servido pero qué tal vez a otro conejito sí que le valgan, cada conejo es un mundo pero hay muchas cosas que se pueden hacer por ellos, contando como siempre con la ayuda de un buen profesional veterinario de exóticos.
No son casos aislados, esto es algo que pasa y que por desgracia es uno de los motivos por los que hay abandonos, entre otras cosas por falta de información sobre el tema. Pero tiene solución, yo he acabado aceptando que Coco es así y lo quiero tal cuál es, tiene picos hormonales, que normalmente coinciden con los cambios de estación, y que suelen durar entre 1-2 semanas, pero no está enfermo, no es nada grave y es posible convivir con él perfectamente y él con su hermanito Luni.
Es duro y no ha sido fácil, pero estoy contenta de haberlo hecho así y no haberme rendido, como he dicho estoy tranquila porque no está enfermo, él es feliz, y yo he aprendido a aceptarlo y a llevar la situación con calma y paciencia. Y ahora mismo la única “medicina” que le doy son unas pastillas naturales, que le ayudan a relajarse cuando está así, ya que se altera mucho, hiperventila y es peligroso para su salud, sobre todo en verano por los golpes de calor.
Al final el amor se hace paso
Por lo demás, Luni ha adquirido una paciencia de santo, y hasta cuándo se le agota y le arranca algún mechón de pelo a Coco, en plan «déjame en paz», se nota que no quiere hacerle daño.
Sé que es un caso complicado, y que a simple vista puede parecer que lo más fácil habría sido separarlos o dar a uno en adopción (como me aconsejaba mucha gente, incluidos algunos veterinarios). Pero yo he visto que no es así, me demuestran cada día que se quieren y que quieren estar juntos, y yo he hecho todo lo que ha estado en mi mano para que sea así.
Quiero agradecer a Rocío y Patricia que hayan compartido conmigo -y ahora con vosotrxs- sus experiencias. Es muy importante que conozcamos bien a nuestros conejitos y que no nos rindamos cuando tengan conductas agresivas. Los conejos no son animales agresivos, tienen conductas agresivas por razones puntuales: no confían en el humano porque han tenido una mala vida, sienten dolor, tienen picos hormonales, están estresados…Pero todo esto es superable con tiempo y dedicación. El abandono no debería ser una opción nunca.
Espero que te haya gustado leer esta entrada, puedes escribirme en comentarios qué te ha parecido. ¡Un besinejo!